Las negrillas son para efectos de estudio. Para esta publicación se han usado algunas comillas en sustitución de otros signos de puntuación.
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Siempre de prisa
Luis Armando González
Hurgar en la psicología de los pueblos es una tarea ciertamente difícil. Proponer hipótesis en torno a porqué, en una sociedad determinada, grupos de personas –y no sólo individuos aislados— se comportan regularmente de una cierta manera, es arriesgado y no exento de polémica. Pero, ¿qué no es polémico en el ámbito de los comportamientos sociales? De hecho, el debate, la discusión de conjeturas, aunque sean fuertemente especulativas, es imprescindible en ese y otros campos de la realidad social.
En la cotidianidad urbana salvadoreña –especialmente, en la que caracteriza San Salvador -un comportamiento colectivo recurrente es el siempre- "ir de prisa" a cualquier parte y en cualquier momento.
Se trata de un "ir de prisa" casi paranoico: se quiere llegar a donde se va –al lugar de trabajo, al lugar de estudio, al hogar, al sitio de esparcimiento lo más pronto posible, para lo cual cualquier obstáculo se convierte en algo molesto, en algo que hay que superar lo más pronto posible o sobre lo que se tiene que dejar constancia de que es un estorbo.
El ejemplo más evidente de esta propensión a "ir de prisa" de forma casi paranoica se da en un segmento importante de los conductores de vehículos: a la salida de semáforos, a la salida de un redondel o en la circulación libre, se suele manifestar un malestar (aparentemente incomprensible) en quienes ven, en los conductores que van adelante de ellos, una traba para avance, porque no se apartan de su camino o no van con su misma celeridad. Ese malestar se manifiesta en un uso fuera de control de los claxon, que son el recurso más a mano (también están a disposición las amenazas, los ultrajes, las burlas) para presionar a quienes, que aunque también "van de prisa", se situaron por delante de sus pares en la competencia por llegar primero al lugar de destino.
El malestar de quienes van de prisa ante otros que también van de prisa es aparentemente incomprensible, pues si se presta atención a la cultura predominante en El Salvador resulta que "ir de prisa" a cualquier lado está alimentado por algunos de los (anti) valores de esa cultura. Se va de prisa porque se quiere estar delante de los demás, se quiere demostrar la superioridad en velocidad, viveza y fuerza ante ellos.
Esta es una de las facetas más triviales de la cultura del éxito fácil que predomina en esta época de crisis neoliberal. Se va de prisa porque se quiere llegar primero, pero esto se logra imponiéndose a los demás lo largo del recorrido que se hace. Quien va de prisa en su carro, quien a va a toda velocidad, va diciendo a los demás: "apártense que aquí voy yo, y no me importa que ustedes estén ahí, porque es mi objetivo de llegar primero lo único que importa".
¿Llegar primero a dónde? No importa, porque la satisfacción del que quiere llegar primero no está en arribar a su meta, sino en imponerse a los otros, desplazarlos, en el recorrido a la misma.
¿Y las consecuencias sociales de ello? Pues son diversas, comenzando con los riesgos a los que se ven expuestos no sólo los otros que van de prisa en las mismas condiciones, sino los que no tienen los recursos para oponerse o competir con aquéllos. La agresividad, el mal humor, la intolerancia, los abusos y la impunidad son parte de estos comportamientos gobernados por este paranoico "ir de prisa" hacia cualquier parte.
Una sociedad no puede tener una mínima dosis de tranquilidad ciudadana -y de paz social- cuando grupos de ciudadanos que la integran salen de sus casas, desde muy temprano, con la finalidad (mental, corporal y emocional) de llegar primero que nadie a cualquier lugar y de violentar a quienes, por la razón que sea, son vistos como un obstáculo para ese propósito. En el caso de nuestro país, esta es una expresión más del grave deterioro de la convivencia social y moral que padecemos.
San Salvador, 13 de marzo de 2013
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