domingo, 12 de mayo de 2013

Primero de mayo y la unidad de la izquierda

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El Salvador: el 1ro. de mayo y la unidad de la izquierda

Por Roberto Pineda San Salvador, 9 de mayo de 2013

1ro. de Mayo 2013: un movimiento popular masivo y diverso

Las decenas de miles de hombres y mujeres, trabajadores y trabajadoras, del campo y de la ciudad, jóvenes y adultos, que recorrieron las calles y avenidas de nuestra capital simbolizan la voluntad mayoritaria y unitaria de respaldar el actual proceso de cambios así como de exigir su profundización y continuidad.

Este fue el mensaje principal: respaldo pero a la vez exigencia. Respaldo al gobierno del FMLN surgido en 2009 con la derrota de ARENA. Exigencia para el gobierno del presidente Funes de romper con el modelo neoliberal. La lección es que existe un poderoso potencial de fuerzas sociales para avanzar en el proceso de democratización y de cambios. Estamos a la ofensiva. Podemos y debemos avanzar, definir el rumbo desde la calle. Obtener más victorias. Es tiempo de cambio.

Tiempo de impulsar una estrategia audaz y combativa desde el movimiento popular. La gente respondió masivamente al llamado a la marcha y nos dijo que esta dispuesta a luchar y que confía en nosotros. Nos corresponde diseñar la estrategia y la táctica para que esta lucha se realice y sea exitosa. Y que no sea ahogada en el mar de la pasividad prevaleciente. Esta marcha puede ser la señal inicial de un nuevo momento de participación popular.

Pero también podemos reducir los límites del enfrentamiento social a la comodidad del claustro parlamentario y de la feria electoral. Son las alternativas existentes. Y podrían fácilmente hacernos perder esta magnifica oportunidad. Pero también pueden hasta ser complementarias en la medida que nos permitan acumular fuerzas y construir poder popular.

Esta vez el punto de llegada de la marcha fue la plaza del Salvador del Mundo. La cabeza de la marcha estaba en la 25 Ave. Norte y la cola en el Reloj de Flores. Era una poderosa demostración de fuerza y de unidad. Las dos principales reivindicaciones eran el aumento al salario mínimo y el rechazo a la Ley de Asocios Público-Privado. Y el listado de convocantes se había ampliado hasta incluir a la CSTS, Conphas, Cirac, FSNP, MPR-12, FSS, Festraspes, Cofevi, etc. El MPR-12 encabezaba la marcha.

Pero debe registrarse también que de nuevo y ya por ya varios años hubo otra marcha de algunos sindicatos como AGEPYM, CTS, CSS y de algunas agrupaciones estudiantiles universitarias. Al privilegiar su visión “anticapitalista” y de rechazo al FMLN, se automarginaron del contacto directo con los miles de trabajadores organizados que desfilaron hasta el Salvador del Mundo.

Lo interesante es que las principales banderas de lucha de ambas marchas eran las mismas: rechazo a la ley de la Función Publica; rechazo a la ley de asocio público privado; incremento al salario mínimo y respaldo a la ley de medicamentos.

La mera convocatoria a dos marchas revela la existencia de dos concepciones y visiones sobre el desarrollo del actual proceso político iniciado en el 2009 con la llegada del FMLN y sus aliados democráticos al gobierno central.

Hay un sector de la izquierda, tanto organizada como no organizada, tanto al interior del país como fuera, que considera que el gobierno de Funes y del FMLN es un gobierno de derecha, y que nada ha cambiado. Y que la dirección principal de la lucha es por derrocar este gobierno pro imperialista.

Dentro de este sector hay que distinguir a los que inicialmente apoyaron a Funes como candidato presidencial del FMLN, de los que rechazan categóricamente cualquier participación electoral. Este sector es actualmente una fuerza social marginal, pero puede crecer.

Hay otro sector vinculado al FMLN, que considera que el gobierno de Funes es un avance significativo en el camino a construir una correlación de fuerzas que aísle a la oligarquía y permita revertir el modelo neoliberal. Y que es un gobierno en disputa en el que las fuerzas de izquierda necesitan fortalecer su presencia.

Y lo clave es garantizar la continuidad del proyecto político iniciado en 2009. El grueso del movimiento popular respalda esta visión de cambio. Es la tendencia mayoritaria. El 1 de mayo lo confirmó fehacientemente.

¿Como establecer un puente de diálogo y de unidad de acción entre estos dos sectores? Este es uno de los desafíos principales que enfrenta la izquierda para cumplir su rol dirigente de este complejo proceso. Y este es un problema que rebasa lo electoral y esta vinculado a la construcción del sujeto de la revolución.

Y pasa por el desarrollo de espacios de debate político e ideológico. Y pasa también y principalmente por el despliegue de la lucha popular. Es en las grandes batallas sociales donde podemos encontrarnos y reconocernos. Ya lo hemos vivido en el pasado. Recordemos las Marchas Blancas contra la privatización de la salud.

A finales de 1979 la crisis política obligó a los diversos contingentes de la izquierda a buscar la unidad para proyectarse como alternativa real de poder. Y a dejar en el baúl de los recuerdos las acaloradas polémicas y las abigarradas expresiones orgánicas para fundirse en un solo puño político-militar de cuatro letras.

Y las diferencias no desaparecieron, se trasladaron a una inesperada larga guerra con cinco ejércitos coordinados e incluso todavía se mantienen hoy como partido político, y con muy buena salud, pero bajo una misma tienda y en una misma casa. Y el que se sale de la casa pierde. Y es por eso que hay hoy muchas voces fuera de la casa.

Pero es claro que necesitamos para avanzar como movimiento popular una casa con muchas ventanas y muchas voces. Solo así se podrá construir el coro que encabece de nuevo el asalto al cielo…desde lo que Eduardo llama las nuevas vanguardias.

En aquella época, principios de los años ochenta, la realidad se encargo de lanzar por la borda incluso dos tesis que se consideraban en la izquierda artículos de fe. El primero, la brevedad del enfrentamiento final o la toma del poder. La insurrección soñada era cuestión de un fin de semana o lo más una semana. Y era una lucha urbana, a lo bolchevique, que iba a librarse fundamentalmente en el Bulevar del Ejército, donde estaba concentrado el proletariado industrial.

Al final fueron doce largos años y peleados desde campamentos guerrilleros en el campo, rurales. Mao desplazó a Lenin en la práctica. Y para rematar a los dogmas, en 1992 no hubo entrada triunfal guerrillera a San Salvador, no hubo victoria militar, sino un pacto político negociado y firmado en México, que modificó el sistema político sin modificar el sistema económico. Abrió un periodo ya prolongado y ojala sin retroceso, de democratización, de libertades públicas.

Funes espadeando con la ANEP, con los Candidatos Presidenciales, con Obama y en la Cumbre de Managua.

El presidente Funes es un espadachín nato. Mantiene incluso desde antes de su llegada a la presidencia la espada desenvainada y bien afilada. Y no vacila en usarla contra los que osan criticar a su gobierno o los que desafían la mítica y hasta bíblica bondad de sus políticas sociales.

Recientemente presenciamos como logró evadir la emboscada tendida por la oligarquía en el XIII Enade y de ribete les enrostró su falta de patriotismo, les invitó a sumarse a los esfuerzos que se realizan desde el debilitado CES e incluso les reitero su papel de capitán del barco y ansioso de atacar a los roedores, los cuales últimamente manejan la tesis de la “responsabilidad social empresarial” como arma ideológica para ocultar su nefasto papel histórico.

Asimismo obligó a los cuatro presidenciables a visitarlo en Casa Presidencial y escuchar pacientemente acerca de los diversos proyectos que ejecuta su gobierno. Y ese mismo día viajó a reunirse con el presidente Obama y pudo observar que la presidenta de Costa Rica le esta disputando su papel de aliado estratégico. Y finalmente en Managua logra con Lobo y Ortega garantizar que el Golfo de Fonseca sea un espacio de paz.

¿Es la clase obrera salvadoreña la clase dirigente?

La clase obrera salvadoreña del siglo XXI es el resultado de los complejos procesos internacionales de globalización financiera así como de las modificaciones al interior de nuestra formación económico-social de sus fuerzas productivas y de sus relaciones de producción.

En la actualidad, en el marco del modelo económico neoliberal impuesto a partir de la llegada de ARENA al gobierno en 1989, registramos la disminución del sector industrial y del sector artesanal, el fortalecimiento de la manufactura textil maquilera vinculada a empresas extranjeras y con esto del peso de las mujeres en nuestro proletariado y de su perfil urbano. Además es un modelo basado en la captación por medio del comercio de las remesas familiares.

Así como la desnacionalización de la economía con la venta de las principales empresas y bancos –TACA, ILC, Banco Agrícola, Cuscatlán, Salvadoreño, CESSA, La Despensa de Don Juan entre otras- al capital internacional; la casi desaparición del sector agro-industrial, la disminución del campesinado como clase social; y la emigración masiva hacia Estados Unidos de amplios contingentes de trabajadores rurales y urbanos.

También la proletarización acelerada de sectores de capas medias y entre estas el debilitamiento de la capa militar, y la emergencia de un mayoritario sector de trabajadores del sector informal como resultado del crecimiento de los desocupados, del ejército de reserva.

Este es nuestro proletariado. Y es un proletariado que se ha incorporado a la clase obrera multi racial y multinacional de Estados Unidos, de Australia, de Italia y a sus luchas. Un proletariado salvadoreño con mayores niveles numéricos que en el pasado, pero debilitado en su nivel de organización, conciencia de clase y espíritu de lucha, Y esta es la fuerza que puede conducirnos objetivamente al socialismo.

En los últimos veinte años en general el sector servicios acapara un 60 por ciento del PIB, la industria un 25% y la agricultura un 10 %. Es una economía tercerizada en la que la mitad de nuestras exportaciones son manufacturas de baja tecnonología, o sea la industria textil maquilera.

Se observa el crecimiento de centros comerciales donde coexisten y disputan los principales grupos oligárquicos, ejemplo de esto en Antiguo Cuscatlán Multiplaza, Las Cascadas y la Gran Vía, privilegiando la importación de bienes sobre su producción nacional así como la agresiva expansión de los servicios bancarios en su mayoría de propiedad colombiana. Unido esto a una producción cafetalera amenazada por la roya y en franca desventaja frente a la caña de azúcar y los granos básicos.

El proletariado salvadoreño nace a mediados del siglo XIX en los obrajes añileros y en las entonces recién creadas fincas cafetaleras de Santa Tecla y Santa Ana. Surge en el campo como proletariado agrícola, derivado de la vía “junker” de desarrollo de nuestra agricultura.

A principios del siglo XX adquiere rasgos artesanales –sastres, zapateros, panaderos-en las principales ciudades y a mediados de este mismo siglo surge una clase obrera industrial vinculada a los procesos de integración regional. La guerra de 1980-1992 modificó de nuevo el escenario social.

Según datos del periodo 2011-2012 de la DIGESTYC el comercio concentra a 256,627 trabajadores; los servicios a 215,002; la industria a 133,399, el transporte a 15,830, la construcción a 7,427 y otros (que incluye la agroindustria, electricidad, minas y canteras) a 6,229 lo que hace un total de 634,514 trabajadores. Por otra parte, según FUSADES, el 72 por ciento de la población económica activa no tiene un empleo formal, o sea 1.9 millones.

El sector informal emplea a un 49.26 de la PEA. Más de 770,000 salvadoreños se ganan la vida con empleos en el sector informal. Según la Encuesta de Hogares de Propósitos Múltiples (EHPM) 2011, el 49.26% de la Población Económicamente Activa ocupada en la zona urbana (PEA, que se estima en 1,564, 204) vive de lo que gana en este sector, es decir, 770,608 trabajadores.

Esta es nuestra realidad como proletariado salvadoreño. Y esto explica que las luchas sociales de clase de los últimos años estén encabezadas por sectores de capas medias, como empleados estatales, incluso médicos con su propio sindicato, como en la gran lucha en el 2002 contra la privatización de la salud; las luchas de las comunidades por el derecho al agua, por una vivienda digna, por el derecho a vender en las calles, las luchas de los maestros por un salario digno; la lucha de los jóvenes por ingresar a la UES, la lucha contra la flexibilización laboral, etc.

La clase obrera se ha modificado en su composición y esta disminución de su peso social influye fuertemente en lo sindical e incluso en lo político. Determina el predominio de sectores de la pequeña burguesía en la conducción del proceso revolucionario. Influye en nuestra visión de mundo. Y en nuestro caso, casi siempre ha sido así.

Incluso las figuras principales de nuestra izquierda, proceden desde Farabundo Martí y Arturo Romero -con la excepción de Daniel Castaneda, Salvador Cayetano Carpio y José Luís Merino- hasta Fabio Castillo y Schafik Handal, de las capas medias. No obstante esto, es claro que la alternativa al capitalismo, la transición, la ruptura del sistema esta vinculada al fortalecimiento del proletariado salvadoreño.

El proletariado salvadoreño es el sujeto histórico del cambio por su papel en el proceso de producción. Es la contraparte obligada de los sectores oligárquicos y de las corporaciones transnacionales. Pero por otra parte, es un papel que debe ganar, que debe disputar. Y que puede ser arrebatado.

Hay fuerzas sociales emergentes que le imprimen su propio estilo a la conducción del proceso político. Por ejemplo que favorecen la horizontalidad y el trabajo en redes por encima del centralismo leninista, que se origina en la visión de fábrica. O que priorizan la lucha contra el androcentrismo sobre la lucha de clases, etc. O la lucha cultural sobre la lucha política.Y hay lucha por la hegemonía en el movimiento popular y social. En particular de la pequeña burguesía originada en la UES o en la UCA.

La clase obrera salvadoreña es fuerza motriz o sujeto histórico en la medida que actúa y asume en la práctica y no en la teoría ese papel, no por simple decreto. En la medida que adquiera conciencia de clase y se ponga al frente de la lucha popular. Y esto esta vinculado al papel que desempeña la fuerza dirigente del proceso, que es el siguiente tema que comentaremos.

¿Es el FMLN el partido que necesitamos?

Existe en un sector de la izquierda la tesis e incluso hasta la convicción que el FMLN ha dejado de ser un partido de izquierda, o al menos su dirección. Argumentan que es un partido aliado o subordinado a otros partidos de derecha; que ha abandonado sus ideales de cambio social; que se dedica a administrar el sistema y que representa una nueva clase empresarial en ascenso.

Consideramos que el FMLN es el fruto histórico de un largo proceso de lucha que arranca desde las primeras huelgas de artesanos a finales de la primera década del siglo pasado. Y que pasa por la creación del Partido Comunista en marzo de 1930 como partido revolucionario de la clase obrera; por su experiencia electoral e insurreccional de 1932; por la amarga derrota de ese mismo año; por las jornadas revolucionarias de 1944; 1960; por el surgimiento de las organizaciones político-militares a principios y mediados de los años setenta; por la construcción de inmensas organizaciones de masas que ya unidas confluyeron en un ejercito popular revolucionario en los años ochenta; y luego por la construcción de un poderoso partido de masas. El cariño y el respeto de nuestro pueblo a estas cuatro letras entroncan con esta historia.

Durante buena parte de este trayecto reseñado, durante sesenta años, la existencia de una dictadura militar de derecha obligó a los revolucionarios a construir organizaciones clandestinas, cerradas, altamente selectivas. La derrota de la dictadura y la conquista de la democracia, permitió a partir de 1992 el despliegue y construcción de un ejército político diferente: un gran partido de masas, con una composición clasista diversa en lo político y en lo ideológico. De Lenin pasamos a Gramsci en la práctica.

En la actualidad el FMLN es un partido con un alto nivel de acumulación política nacional e internacional que se expresa en la presencia política territorial en los 262 municipios del país. Con una significativa presencia legislativa y de consejos municipales. Con la dirección de varios ministerios de gobierno central. Con presencia en la PNC.

Con una fuerte maquinaria electoral. Con influencia en la Corte Suprema de Justicia. Con fuerte presencia en el movimiento popular y social. Con un proyecto económico basado en Alba Petróleo. Con participación destacada en el Foro de Sao Paulo.

Pero a la vez es un partido de izquierda que en su estrategia política desde 1994 prioriza el enfrentamiento parlamentario sobre el enfrentamiento social; que no define con claridad su posición ante el gobierno norteamericano como expresión suprema del sistema capitalita imperial; y que no establece de manera diáfana cual es su rumbo estratégico.

A la raíz de estos posicionamientos del FMLN, se encuentra el hecho que luego de los Acuerdos de Paz de 1992, y en el marco del derrumbe de lo que se conoció como socialismo real, las cinco fuerzas que lo integraban abandonan gradualmente tres pilares que habían caracterizado e identificado a la izquierda salvadoreña por décadas: la teoría leninista de la organización de vanguardia, el carácter de clase del partido y la ideología marxista.

No obstante esto, el FMLN continúa siendo la fuerza política que expresa los intereses de los sectores populares, se enfrenta periódicamente a las fuerzas de derecha en los torneos electorales y conduce de manera diaria el enfrentamiento de clase. No se percibe en el horizonte cercano una modificación de este papel. Las ilusiones no son realidades.

Pero la profundización del reformismo, la colaboración de clases y una orientación pragmática hacia la socialdemocracia, pueden conducir en el horizonte lejano a la búsqueda de nuevas vanguardias. Esto ya ha sucedido en el pasado. 

Pero a condición que las fuerzas emergentes de izquierda abandonen a la vez su sectarismo y dogmatismo, que las mantienen prisioneras en la marginalidad política. Al final, es la gente la que reconoce la voz de sus dirigentes y los sigue. Y en la actualidad continua reconociendo a la dirección del FMLN. Es un hecho.
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