Testamento de Francisco Morazán (1842)
“Yo, Francisco Morazán, general de los ejércitos de la República Federal de Centroamérica, hallándome en el pleno uso de mis facultades mentales, y próximo a comparecer ante Dios, declaro:
No muero por criminal, sino por haber querido ver unidas, libres y felices a las cinco hermanas que formaron la antigua Federación de Centroamérica.
Perdono a mis enemigos, a los que me han calumniado y a los que me conducen al sacrificio; los compadezco, y deseo que mi sangre sirva para cimentar la libertad de la patria.
Encargo a mis compatriotas que no abandonen jamás la causa de la libertad y de la unión; que eduquen a sus hijos en el amor a la justicia y en el respeto a los derechos del hombre.
Deseo que mis restos descansen en El Salvador, tierra que me brindó amistad y confianza, y donde creí realizar los sueños de la Federación.
A mi esposa, doña Josefa Lastiri, y a mis hijos, les dejo el ejemplo de mi vida y el nombre que he procurado conservar sin mancha.
He cumplido con mi deber: muero con honor y en paz con mi conciencia.”
Autenticidad y conservación
El texto fue transcrito por testigos y allegados de Morazán (entre ellos su secretario, Antonio José Cañas).
No se conserva el manuscrito original, pero varias versiones coinciden en contenido y tono, y se han incluido en recopilaciones oficiales de documentos históricos de Centroamérica.
Su valor es más simbólico y moral que jurídico, pues se trata de un testamento político, no de un testamento patrimonial.
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