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FMLN: LA DISYUNTIVA HISTÓRICA
Oscar A.
Fernández O.
Sobrevivimos en una etapa en la que se ha
moldeado como “credo universal”, la conocida máxima de F. Hayek, que afirma que
justicia social no es otra cosa que una receta vacía, convencionalmente usada,
para que cualquier reivindicación sin ninguna razón que la sostenga, sea
aceptada. (The atavism of Social
Justice in New Studies in Philosophy, Politics, Economics and The History of
Idea, Routledge and Kegan Paul, London, 1978, pp. 57-68)
Sin embargo, más allá de la arrogancia y prepotencia con la que se
exhibe el capitalismo global dominante, vemos surgir en su seno, procesos de
incertidumbre y caos en lo económico, en lo ideológico y en lo político,
generando una poderosa bomba de tiempo cada vez mayor. Pese a los teóricos de
este modelo, la realidad nos demuestra que el fin de la historia está muy lejos
de producirse. (Dieterich: 1999)
El Banco Mundial, asumiendo un rol de
liderazgo frente al derrumbe de la ortodoxia capitalista global y el aumento
exponencial de la pobreza y la marginación social en la mayoría de países del
mundo, publicó su famoso Informe sobre el Desarrollo Mundial y La Pobreza. En
él postula, que la reducción de la pobreza en el orbe es la máxima prioridad.
Así, este propósito se catalogó como su objetivo fundamental, para el cual se
lanzó un programa asistencialista.
A esta estrategia se le ha dado en llamar
“el aggionarmento” (actualización) del modelo neoliberal,
cuyos indicadores veinte años después, demuestran que ha sido un total fracaso.
Ha quedado en evidencia que el neoliberalismo es una matriz móvil que conserva
principios constantes (Ezcurra.:1998)
¿Puede entonces, obtener legitimidad, un nuevo proyecto histórico cómo
alternativa al capitalismo, a su crisis sistémica y al empobrecimiento y
marginación acelerada de las mayorías en el mundo? La legitimidad de una
sociedad política, sostienen las nuevas academias críticas, se deriva de dos
componentes fundamentales: los ordenamientos formales que determinan los mecanismos de acceso al poder, que deben ser
transparentes y equitativos para todos los ciudadanos y, los preceptos
materiales que son la razón de ser de la
convivencia social.
La necesidad de un nuevo proyecto histórico revolucionario, se deriva
no de un capricho ideológico, sino de la tragedia humana que ha producido el
fracaso del capitalismo global, que no logró establecer las condiciones reales
de democracia real y justicia social, que fueron las pretensiones originales
del liberalismo, hijo de la Ilustración. “Quedan así destrozados los
valores fundamentales del Siglo de las Luces y de la Ilustración” y todos somos
llamados a legitimar esta “nueva era” incluso para fundamentar legalmente la
desigualdad (T. Genro: 2000)
Frente a este desolado
escenario, la tarea política más apremiante para la izquierda revolucionaria en
El Salvador, consiste, en tanto alista su fuerza electoral para continuar con
la transformación de la crítica realidad nacional (y contribuir a la lucha a
nivel internacional), en construir respuestas en consulta con los amplios
sectores populares de manera permanente, con la celeridad que una respuesta a
la crisis demanda.
Contrariamente
a la deshumanización capitalista, toda concepción científica dialéctica de la
sociedad ha de partir de la naturaleza humana como la condición constitutiva
más importante de un sistema social. Marx entendió y explicó al homo sapiens no solo como un ente
histórico, sino también biológico, con determinadas estructuras no culturales.
Primero es la estructura humana en general y después, la naturaleza humana
modificada según cada época, apuntó en el Tomo I de El Capital (1863)
La ejecución de un nuevo
proyecto histórico antitético, no sería factible solamente negando al
neoliberalismo, pues esto no constituye una estrategia de cambio estructural.
Tampoco parecen existir las condiciones para la revolución armada clásica,
sobre todo en los centros del régimen dónde se concentra el poder global y en sus cercanías. La creación de las
organizaciones obreras y de masas, no está siendo determinante, más allá de un
esfuerzo organizativo abstracto, frente a la demanda urgente de resolver el complejo
problema sociopolítico real. Sencillamente porque una organización sin
contenido programático es simbólica y carece de sustancia política que, dialécticamente,
es su razón de ser y le da vida y cohesión.
“La esencia de la sociedad participante es que los pueblos dejen de ser
masas gobernadas y conduzcan su vida
política y económica, conscientemente auto determinados”, sostiene Rosa
Luxemburgo en el manifiesto de La Liga de Espartaco (1918), definiendo así la esencia participativa de
los pueblos en el destino del Estado.
La izquierda salvadoreña debemos, a partir de ya,
redoblar el impulso del programa de un
nuevo proyecto histórico alternativo, más de allá de simples y puntuales
estrategias electorales. Hay que delinear el Programa de la Nueva Sociedad
Democrática Popular (participativa), que tendría dos funciones reales: la
ideológica y la de poder, sostiene Dieterich (2001)
La base de su concepción, contenido y desarrollo no
puede ser otra que el profundo arraigo a las masas, que constituyen la fuente
de legitimidad y efectividad del poder.
La función ideológica y política
del proyecto permitirá dar a conocer al pueblo y demás actores sociales,
la nueva concepción de la realidad y del país y, a través de procesos de
concienciación, lograr que el pueblo comprenda que es el nuevo sujeto de
cambio.
La función de poder será la del cambio de correlación de fuerzas, entre
los potentados capitalista y las fuerzas de la democratización real. Los
cambios estructurales de fondo, que son necesarios para instaurar la democracia
plena e incluyente, sólo pueden alcanzarse mediante un amplio y largo proceso
de concienciación política y cultural entre las mayorías, que les permitirá transformarse
de objetos de la historia en sujetos políticos, sabiendo que son capaces de
cambiar la historia.
Es fácil comprender lo complicado que consiste
revertir a favor del pueblo, unas relaciones de poder que siempre han
beneficiado sólo a unos pocos opulentos. Pero esta consideración no puede ser
confundida con lo imposible. Es dificultoso; sin embargo, posible y probable.
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