martes, 13 de mayo de 2008

Cambio de Población Censada

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El Salvador se recompone

La espera terminó. Al fin se conocen detalles de los censos que el Gobierno hizo en mayo del año pasado, y no son pocas las sorpresas.

Aunque las autoridades ya habían adelantado que las proyecciones oficiales basadas en el censo de 1992 no iban a calzar, las diferencias han sido abismales.

Uno de los primeros mitos caídos es el de los 7 millones de habitantes, ya que la cifra final de residentes en El Salvador fue de apenas 5.7 millones.

“Desapareció” uno de cada cinco salvadoreños. La pérdida de habitantes se ha cebado más con los departamentos de San Miguel, La Unión y San Salvador, cuya área metropolitana se derrumba en contra de todo pronóstico. Ni la capital ni municipios como Santa Tecla, Apopa o Soyapango son lo que se creía. En el lado opuesto, Tonacatepeque emerge como el mayor exponente de crecimiento inesperado, escoltado por ciudades como Colón, San Juan Opico, Armenia, San Pedro Perulapán, Suchitoto y el Bajo Lempa. El país ha sido redibujado y con él deberán cambiar indicadores, tasas y proyectos.

Glenda Girón

Tonacatepeque es el duodécimo municipio más poblado del país. Oficialmente tiene ahora 90,896 habitantes. Tonacatepeque supera a San Martín, a Antiguo Cuscatlán, a Sonsonate, a Usulután, a Cojutepeque, a San Marcos, a nueve de las 14 cabeceras y a 250 municipios de El Salvador.

Y sin embargo, cuando los tonacas necesitan hacer una transacción bancaria, se les antoja comer en un restaurante de comida rápida o quieren comprar en un supermercado, no tienen más opción que irse de su municipio. En Tonacatepeque no hay Pollo Campero, ni Banco Cuscatlán, ni Súper Selectos.

Lo que sí abunda es toda suerte de urbanizaciones en las que pulula un número de habitantes que es casi el doble de lo que se creía que pululaba. Tonacatepeque es también una de las excepciones, un municipio que se erige como fenómeno de crecimiento poblacional en un país que, según el Censo Poblacional y de Vivienda 2007, tiene 1.4 millones de habitantes menos de lo que el Gobierno había proyectado.

Enfoques halló en un servidor público de internet el documento “Presentación final del Censo de Población y Vivienda de El Salvador 2007”, un detallado informe de 54 páginas —creado el 18 de abril— en el que se recogen los principales datos del censo que la Dirección General de Estadística y Censos (DIGESTYC) del Ministerio de Economía realizó en mayo de 2007. Los datos fueron verificados con distintas fuentes oficiales.

Son los resultados del nuevo censo los que recomponen el peso que Tonacatepeque tiene dentro del Área Metropolitana de San Salvador (AMSS), y de todo el país. Se oficializa lo que para muchos residentes era obvio. Nada raro resulta ahora que el director de la escuela más cercana al centro de Tonacatepeque reconozca que cada año deben negar la matrícula a 150 estudiantes por falta de espacio. Y eso que en la Presbítero Nicolás Aguilar se atiende a más de 45 escolares en cada sección, cuando esa cifra es la máxima permitida por aula en las leyes de Educación.

En esta escuela, los niños escriben topando codos con sus compañeros. André Curruchaga, el director, apunta a la ubicación como una de las razones por las cuales los padres de familia prefieren este centro escolar. Los niños llegan y se van solos. A la mayoría de padres de familia no les es posible llegar a casa a la hora de almuerzo, y menos pueden recoger a sus hijos en la escuela. Porque Tonacatepeque es eso, un municipio dormitorio que se rellena de adultos solo al final de la jornada laboral.

José Rafael Pacas trabaja en un complejo de cubículos de Playwood construido al fondo de una galera con añejos vestigios de fiestas. Él es gestor de empleos y la galera es la casa comunal de Tonacatepeque. Pacas fue instalado ahí hace dos meses y medio. Su misión es conectar a los empleadores con posibles empleados. La mayoría de plazas que ofrece tiene sede en San Salvador. En Tonacatepeque apenas hay plazas porque apenas hay fuentes de trabajo que las generen.

Unos 20 minutos en autobús y la carretera Troncal del Norte separan Tonacatepeque de la capital. Entre las razones que encuentra el alcalde para explicar el incremento está esa, la cercanía con el núcleo poblacional más importante del país, ahí donde están los empleos.

En la capital, en San Salvador, a pesar de que el tráfico pesado es una constante, vive menos gente de la prevista.

Como municipio, perdió —perdió— 99,256 habitantes en 15 años. En el censo de 1992 aparecen 415,346 personas como residentes de la capital. Las proyecciones de población que se hicieron basándose en ese resultado apuntaron a que para 2007 la capital rebasaría el medio millón de habitantes. Pero San Salvador quedó debiendo.

El año pasado, los encuestadores del censo encontraron solo a 316,090 residentes. Un 23% menos que en 1992 y un 38% menos que en lo proyectado. Es otra de las sorpresas del censo: se diluye el peso poblacional de San Salvador como ciudad, y del AMSS como microrregión.

Entre lo que la capital también puede ver reducido ante los resultados está el número de concejales en la municipalidad y el monto que recibe del Fondo de Desarrollo Económico y Social (FODES). Esos indicadores se calculan basándose en el numero de residentes.

Tonacatepeque es el único municipio del Área Metropolitana de San Salvador que registra un incremento de habitantes. En las otras 13 ciudades hay menos personas que las que se creía. Incluso en esas que se conocen como urbes de desarrollo, como Santa Tecla. Ella está un 38% debajo de los cálculos, es decir, hay unas 75,000 personas menos. Ocurre lo mismo con Soyapango, Apopa, Mejicanos, Ilopango o Cuscatancingo, lo que permite cuestionar la idea de que desde 1992 se haya dado la migración desde el interior del país que se pronosticó.

Alrededor de los 14 municipios que forman el AMSS, sin embargo, es donde surgen sorpresas como Huizúcar y San José Villanueva que, como Tonacatepeque, son dormitorios y que, como Tonacatepeque, crecieron más que lo proyectado.

En Huizúcar, la población está 35% arriba de lo que la DIGESTYC había calculado para 2007 en este municipio. Y en San José Villanueva, la diferencia a favor es de 18%.

Ambos están en la carretera al puerto de La Libertad.

Las zonas del país que escapan al descenso están bastante bien definidas. Además de los dos municipios citados en el párrafo anterior, hay alzas en el sector de la desembocadura del río Lempa, incluyendo a Zacatecoluca y Usulután; en los municipios turísticos situados cerca de la frontera chalateca de El Poy; en los situados sobre las carreteras que se dirigen hacia Santa Ana y Sonsonate, con Armenia, Colón y San Juan Opico como anclas; y en la extensa región que se ubica entre el embalse de Cerrón Grande y el lago de Ilopango, con Tonacatepeque, Suchitoto y San Pedro Perulapán como los principales receptores. Como departamento, Cuscatlán se ubica ahí, y es el único que tiene más habitantes que lo pronosticado.

Al margen de estos casos, y de algunas excepciones puntuales —Concepción de Oriente, Jucuapa, Tacuba, Turín, un puñado de villas morazanecas...— en el resto de El Salvador hay menos habitantes.

Estimaciones

La segunda edición del libro que recoge las proyecciones oficiales estimadas para todos los municipios hasta 2025 se publicó en noviembre de 2001. En la presentación del informe se aclara que se tomaron en cuenta tendencias de fecundidad, mortalidad y las migraciones internacionales e internas. Parece que no se tuvo mucho tino.

Esos cálculos han sido la piedra angular sobre los que se han levantado indicadores de desarrollo y el mapa de pobreza que es clave en el programa de subsidios a familias pobres que el Gobierno bautizó como Red Solidaria. Tras el censo, sin embargo, se ha confirmado que el reflejo que dan estas aproximaciones no le calza al país.

Y es que los márgenes de diferencia entre la proyección de población y los números del censo son menores al 2% —hacia arriba o hacia abajo— solo en 20 de los 262 municipios. La exactitud más alta se registra en El Triunfo (Usulután). Ahí, la proyección y el dato del censo están separados nada más por cuatro habitantes.

Estas 20 poblaciones son no obstante excepciones a la regla en un mar de diferencias gigantescas entre lo esperado y lo obtenido en materia de población.

Y todo empieza por el hecho de que la población nacional jamás llegó a los 7,104,999 en 2007.

Los encuestadores que recorrieron calles y barrios en mayo del año pasado nada más encontraron a 5,744,113 personas.

Y la diferencia es de 1.4 millones de salvadoreños que no existen —al menos en el país—, pero que fueron tomados en cuenta a la hora de sacar las tasas de homicidios, los ingresos per cápita, la asignación de diputados a cada departamento y las estadísticas que miden la penetración de servicios básicos como la salud y la educación.

Los nuevos números de población, además de para saber cuántos somos, servirán para desatar una reacción en cadena que revelará, en materia estadística, un nuevo país.

En la misma tendencia a ser menos, se encuentran casos que rebasan cualquier expectativa de error aceptable. Existen cuatro municipios en donde la cantidad de habitantes censados es solo la mitad de lo que las proyecciones había dibujado. Son los municipios de Las Vueltas y Nueva Trinidad (ambos de Chalatenango), San Dionisio (Usulután) y Meanguera del Golfo (La Unión).

Y, por otro lado, los resultados del censo también desnudan esos lugares que, por encima de cualquier cálculo de lo más optimista, reflejaron un aumento de más del 80% de la población proyectada. Así aparece Torola (Morazán), el municipio que se robó los titulares de los medios de comunicación al ser el más pobre del país, según el Mapa de Pobreza. Por consecuencia, también fue el primero adonde llegaron los subsidios de Red Solidaria. Con todo y su supuesta pobreza, tiene casi el doble de población de lo que se creía.

Un nuevo pequeño

En San Isidro Labrador (Chalatenango), ni el alcalde Antonio Solís se lo cree. Si se le pregunta cuántas personas residen en el municipio que gobierna, se toma un tiempo, dice que revisará sus registros y al cabo de unos segundos contesta: “502 según la actualización de la unidad de salud”. El número pronunciado por él no llega ni a lo que la DIGESTYC le proyectó para 2007: 638 habitantes. Con esto, San Isidro Labrador era el peque del país, el más ínfimo, ese al que se le monitoreaba durante las elecciones por ser el menor de todos.

Pero todo eso solo estuvo vigente hasta mayo del año pasado. Porque al final del recorrido de los encuestadores y tras completar el análisis de los datos, San Isidro Labrador salió crecido. Solís no gobierna más una población de menos de mil habitantes.

Lo que el censo asigna a este municipio son 2,592 personas. Oficialmente, San Isidro Labrador no es ya el más chiquito. Ese título le quedó a Mercedes La Ceiba (La Paz), con poco más de 600 habitantes censados.

Los otros que engordaron en esa escandalosa proporción de más del 80% sobre proyecciones son Cinquera (Cabañas), que aparece con 1,400 habitantes y, por supuesto, Tonacatepeque.

Cuando hay más gente, también hay más desechos. En Tonacatepeque la basura es uno de los productos que, fuera de todo cálculo, representa un problema y una inversión en mayúsculas. Al mes, la municipalidad invierte $21,000 en tratamiento de basura. Porque al día, los 91,000 tonacas producen hasta 35 toneladas de desperdicios.

El trabajo que requiere recolectar esa cantidad de desechos exige recursos. Y en esa medida, quienes se encargan de recogerla forman parte de un batallón de empleados de limpieza que es cuatro veces superior al de los agentes del CAM.

El alcalde de Tonacatepeque es el arenero Edilberto Erroa. Ese nombre y su foto se repiten varias veces en las paredes de la comuna. Las banderas azul, rojo y blanco ocupan el lugar de las cortinas de su oficina y de los adornos en el escritorio edilicio. Para él los problemas del municipio tienen dos causas: el súbito aumento de habitantes y las estrategias políticas de su antecesor de izquierda.

Erroa, quien alcanzó la silla edilicia en 2006, no está de acuerdo con ninguna de las estrategias de su predecesor. Y una de sus principales quejas tiene que ver con la basura, específicamente con los camiones chinos que la administración pasada compró para recogerla. Dice que no solo fueron una mala compra, sino que además dejaron a la municipalidad con una deuda para nueve años, cuyos pagos salen de un FODES de $101,000 al mes, cifra que la lógica y la ley dictan que debería de revisarse.

A Erroa no le sorprende la revelación del censo. Ya allá por junio o julio del año pasado un resultado preliminar llegó a sus manos. Esas cifras ya hablaban de más de 89,000 tonacas.

Los resultados de ese conteo de residentes en el país han sido manejados por las autoridades de Economía con lentitud —han pasado 11 meses desde que terminó el conteo— y con discreción. Ni siquiera a los representantes del Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) se les cedió el privilegio de conocer todas las cifras con anticipación. Y no porque no las hayan solicitado, sino porque las oficinas gubernamentales cambiaron las fechas de entrega. La última que quedó frustrada fue la del 28 de abril. La presentación oficial del censo por parte del Ministerio de Economía está prevista para mañana.

Erroa, el alcalde tonaca, cuenta que la cifra de su municipio le fue entregada como una especie de deferencia por haber colaborado con recursos humanos y logísticos a la realización del censo. Y aunque se imaginaba que para nada sería similar a la de las proyecciones, le deslumbró que fueran tantos.

Y es que este municipio es un mosaico de contrastes. El casco urbano es una composición de calles adoquinadas tapizadas de excremento de vaca. En un día de semana, la gente que camina por las vías céntricas es poca y el número de vehículos que circulan es tan bajo que permite que los peatones vayan a sus anchas por la calle con más cuidado de no pisar una gracia de vaca que de evitar que los atropellen.

Hacia el sur, a seis minutos de ese casco urbano con cara de pueblo están las Altavistas. Un conglomerado de pasajes, polígonos y avenidas que presentan el rostro y los problemas de una urbe. En esas casas con sala-comedor, cochera y tres cuartos, el agua es un beneficio que se disfruta de 10 de la noche a 10 de la mañana. Antes era peor.

Hacia el norte están el Distrito Italia y San José Las Flores. La primera es una zona de conflicto. Ahí, la directora de la unidad de salud, Mitzy Álvarez, dice que la razón por la que no se llena la clínica no tiene nada que ver con la cantidad de habitantes, que son muchos, sino con los pandilleros que este año han hecho blanco de golpes hasta a un estudiante de enfermería que laboraba en este centro asistencial. “Por eso ya no vienen los de San José Las Flores”, se resigna.

Igual que en el Distrito Italia, en San José Las Flores habita una gran cantidad de familias. Las calles, sin nada de verde y copadas de sol, están llenas de casas de no más de 30 metros cuadrados. Adentro no tienen ninguna división, son un solo cuarto. Y afuera, en la puerta, todas lucen la calcomanía que las identifica como censadas.

El número de personas que vive casi codo a codo en esas urbes es uno de los argumentos con los que el alcalde explica el sorpresivo repunte. Son muchas personas las que han fundado sus hogares alrededor de las mismas avenidas, pasajes y polígonos.

Lo que no cambia

La cantidad de habitantes dividida entre el área de un territorio es la densidad poblacional. Y El Salvador, aun con una reducción de la población, seguirá siendo el país más densamente poblado de la plataforma continental.

Aquí viven 273 personas en cada kilómetro cuadrado.

Este indicador es solo superado por Haití o un par de islas-estado caribeñas.

En el territorio nacional, la densidad más elevada se registra en el departamento al que pertenece Tonacatepeque, es decir, San Salvador.

Hay 1,768 pobladores por cada kilómetro cuadrado.

El que le sigue, pero desde muy abajo, es el departamento de La Libertad, con 400 habitantes por kilómetro cuadrado.

El tercero y cuarto más densamente poblados son Sonsonate con 358 y Cuscatlán con 306.

En el San José Las Flores de Tonacatepeque, el crecimiento poblacional ha sorprendido hasta la buena fe de los compradores de las viviendas, que, antes de aceptar el negocio oyeron que les ofrecían agua las 24 horas.

Hoy, cuando están amarrados a los pagos de la vivienda, ven caer agua en los grifos solo de 4 a 8 de la mañana. Y la situación, según Miguel Argueta —a quien la empresa constructora ha contratado para manipular las válvulas—, pinta para ponerse peor.

Porque las casas de la loma, las deshabitadas que tienen la calcomanía del censo en cada puerta, han dejado de ser comercializadas. Ya que son las que, en teoría, ocuparán los desplazados de las comunidades marginales de Antiguo Cuscatlán.

“Más gente, menos agua”, razona Argueta.

Y si es cierto que a más gente menos recursos, también es cierto que cuando hay menos comensales la comida abunda más. Ese parece ser uno de los cristales con los que se puede ver el hecho de que de 2002 a 2007 el país se haya hundido en una reducción de la natalidad, al punto de que los menores de cuatro años solo representan el 9.4% de la población. En el siguiente grupo, el de 5 a 9 años, también es claro indicio de un descenso en la fecundidad.

La parte más ancha de la pirámide que resulta de ordenar los salvadoreños en intervalos de cinco años es la que abarca de los 10 a los 14 años, es decir, la generación nacida desde que se firmaron los Acuerdos de Paz hasta 1997. Este grupo representa el 12.3% de la población. Es el más numeroso.

El documento brinda una explicación: “La finalización del conflicto interno que vivió el país hizo que nacimientos postergados por las parejas se tuvieran en esos años”.

En comparación con el censo de 1992, la población menor de 15 años refleja una pérdida de cinco puntos porcentuales. Mientras que en 1992 el 38.7% de la población estaba en ese rango, para 2007 bajó al 33.9% de los salvadoreños.

Las proyecciones poblacionales que broten del nuevo censo dibujarán a un país con menos presencia de niños. Las conclusión que nace del análisis de resultados es que el número de personas en edades dependientes seguirá reduciéndose durante las siguientes dos décadas.

Así, si hace 16 años había 78 personas dependientes por cada 100 en edad activa; en 2007 la proporción fue de 69 por cada 100 activos. Un hecho que, bajo una visión demográfica, es positivo. La población crecerá menos, y el número de personas en edad de trabajar se ensanchará en las próximas décadas.

El Salvador, de a poco, se ajusta un nuevo traje.

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